No hay muchos días así en Asturias, un sol brillante de principio a fin. Pero no era un día cualquiera, era especial, era mejor. Y así fue la boda de Cris y Pepe, especial, mejor. Su enorme simpatía, la de ellos y la de todos los invitados. La emoción continua, la alegría desbordante que estallaba cada dos por tres... y todo en ese lugar. Desde entonces, sueño con volver.